En España hay más de 20.000 personas que sufren vigorexia.
Uno de cada diez hombres que acuden al gimnasio sufre un trastorno obsesivo que les lleva a hacer ejercicio sin poder parar. La obsesión por ganar volumen muscular lleva a estas personas ( hombres y mujeres) a poner esas horas diarias por delante de cualquier otra actividad.
Por delante del trabajo donde rinden menos; por delante de la familia y de los amigos a quienes olvidan; prefieren mil veces ir al gimnasio que pasar tiempo de calidad con sus seres queridos. Y además se añade que no dudan en tomar sustancias ilegales como anabolizantes, aún sabiendo del riesgo de enfermedades cardiovasculares o artrosis acelerada, entre otros.
Siguen una dieta super estricta libre de grasas y alta en proteínas con las consecuencias de un deterioro renal. No conciben un día sin ir al gimnasio y se miden de forma frecuente los músculos para ver si han aumentado de tamaño.
Este trastorno no se mide por las horas dedicadas al ejercicio, se mide por cómo ello altera la rutina de la persona hasta el punto de aislarla y su distorsión de la imagen que tienen de sí mismos, tal y como sucede en los trastornos de alimentación como la anorexia. Ellos se ven siempre diminutos , desarrollan una baja autoestima y eso les lleva a su obsesión por muscularse. También se observa una parte de conducta narcisista, se miran constantemente al espejo, se pesan continuamente, si se exceden con un helado se sienten muy culpables y se obligan a quemar más calorías en el gimnasio para compensar. Estas personas no se dan cuenta de que sufren vigorexia, es la familia la que busca ayuda, pues llega un punto que el gimnasio interfiere en toda la vida familiar y laboral.
Cierto es que el ejercicio es saludable pero como en tantas otras cosas, el abuso tiene consecuencias para la salud física y mental.
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